****Basado en el folklore de los pueblos hacia este noble animal.
El hombre y el burro transitaban el camino pedregoso y retorcido, que los llevaba del campo al pueblo. La tarea era ardua para el pobre animal, que soportaba con humildad y fidelidad la carga pesada de verdura que su patrón le montaba sobre su enjalma. El problema no era el peso. Porque gracias a dios le había tocado un amo considerado y noble. No era abusivo y tampoco era de darle palo para que trabajara a la manera que el pensara. No era por eso, era por que la bajadas y subidas, y lo torcido del camino pedregoso y entreveráo, le consumían las energías que su bien estimado patrón trataba de contrarrestar con un bozal de maíz del mejor que producía en sus conucos.
Todo marchaba como debía ser. El era el burro y sobre su lomo su patrón o la carga de verduras. Así estaban las cosas, cuando comenzaron a pasar sucesos extraños por su mente jumenca. Todo comenzó al recordar tristemente, la mala suerte que le había tacado a su vecino, un burro con mucho mas estampa y fuerza que el. Llego como parte de un tropel que trajeron de coro, donde los burros andaban al libre albedrio sobre los cujíes y los medanales, hasta habían legislado leyes para protegerlos de los vehículos que transitaban, hacia punto fijo. Pero aquí las leyes no lo pudieron proteger de los palos y mal carácter de su dueño, que lo dejo tan mal trecho que al amanecer del siguiente día lo encontraron muerto a la orilla de la quebrada, quizás buscando el ultimo sorbo de agua que paliara su sed, producto de la sangre que buscaba salir de los órganos golpeados y maltratados, la hemorragia le inundo su alma de burro noble, pero rebelde, y quedo a escasos centímetros de la orilla de la quebrada, olfateando por última vez , el agua fresca de la montaña.
Pero estas cosas ocurrieron por que tenían que ocurrir, fue un momento de rebeldía burrina, que los contagio a los dos y pretender entonces, el querer cambiar las cosas, como la vida había dispuesto. El primer rebelde fue el amigo antes descrito, cansado de observar como su amo trataba con cariño al perro, quien le movía la cola y le alzaba las patas delanteras sobre sus piernas. El hombre lo tomaba con cariño y le rascaba la cabeza.
_pero no ve usted mi amigo− le dijo una tarde− le hace cariño al perro y a mí solo me da agua y el pasto fresco. Pero más nada, ni un poquito de cariño, lo que soy yo mañana cuando venga a buscarme en la mañanita le hago las morisquetas que le hace el perro. Para que también me haga cariño.
Pues al día siguiente cuando llego su amo, este fue sorprendido cuando el burro se le encimo con las patas delanteras buscando apoyarlas sobre su cuerpo, y moviendo la cola, en vigoroso frenesí. Sorprendido con las cosas del burro el hombre se hecho a un lado y le dijo:
_ ¿pero es que te has puesto loco?…….. ¡Burro el carajo!
Pero el jumento continuaba con sus imitaciones, al perro, buscando la aceptación y cariño.
_aahhhaaa... ¿es qué estás loco? ¡Piázo de animal!
Enseguida busco un asta de leña y le propino tremenda paliza, con los resultados antes descrito.
Bueno eso era cosa de ellos, pero para el que había nacido y crecido en el caserío la cosa era distinta. Había nacido en ese lugar producto del encuentro amoroso de su padre, un burro criollo pero trabajador, oriundo de las Garcitas de Canoabo: un pueblo enmarcado entre montañas. Su madre una burra laboriosa y coqueta y de muy mal carácter, quizás porque desde pollina le decían María casquito y todos querían galopar sobre sus ancas, pero siempre los alejaba a punta de patadas y mordiscos. Su juventud la paso de potrero en potrero saltando alambradas y reventando cintas de alambres, huyendo de las voces y el griterío. Así estaban las cosas, cuando una tarde la sorprendió la primavera, retozando y dando vuelta canela sobre un peladero, levantando polvaredas y rebuznando, casi hasta reventar. Algo estaba cambiando en su cuerpo y no sabía que, hasta que se le acercó a todo galope un jumento de pelaje gris, que venía con la nariz como un ventorrillo, ventilando sus olores y tratando de cortejarla. Allí dio en cuenta porque en los meses de abril, las hembras se van con cualquier mandril y después de acicalarse, morderse y patearse por largas horas….dieron rienda suelta a la naturaleza, naciendo meses después un borrico que le pondrían el mote del burro cano, porque nació con un pelaje blanquecino.
El tiempo lo convirtió en un animal de carga útil al trabajo y fue comprado por cinco reales a juan “el pataruco”, por el único dueño que ha tenido. Este borrico que es el personaje de esta historia, un día cualquiera se detuvo a pensar que el mundo estaba cambiando, o las cosas le estaban cambiando a el, cuando paseando por el patio, por casualidad, vio en la televisión un programa de perfiles a un tal Burruchaga que jugaba en la selección nacional de un país extranjero, jugaban un tal mundial de futbol. Su cabeza asomo por la ventana prestando atención, y con el hocico tumbo un porrón, al darle un tropezón, cuando Papaíto candal exclamo con emoción.
_burruu….burruu con el balón…..pateaaaa burruuuu y goooollllll…
Su amo salió con un bastón, y el pego un carreron, burlando el garrote que le paso roncando por las orejas como un cigarrón.
_ Y a ti que te pasa, le gritó desde el portón.
Mientras recogía los restos del porrón, el jumento husmeaba en silencio desde la puerta, mientras Papaíto candal, soltaba nuevamente el gañote gritando:
_ burru.burruuuuuuuuu…falla burru
Y desde ese día comenzó a patear cualquier piedra que se encontraba en el camino con la esperanza de asistir también a tan magno evento. “quizás le dicen Burruchaga, porque paso el mal de chaga, tal vez a mí me digan Burrubito; por que pase el mal de san bito”, así pensaba mientras veía las estrellas surcar el cielo y llenaba su cabeza de sueños burreños. En el pueblo ya le decían el burro futbolista, hasta que por boca de su amo le llegó la noticia que era un programa viejo, tan viejo que allí dio en cuenta que el tal burruchaga era un hombre de la argentina, y tristón saco en cuenta que eso había ocurrido hacia mucho tiempo. Con mucho desánimo deje de patear piedras y entrenarse hasta altas horas de la noche en el cobro del penalti, por que no lograba darle el efecto deseado hacia el palo derecho del tranquero. Algunos ya le decían que estaba loco, que le dieran un palo por la oreja para que se enderezara, menos mal que su patrón nunca dio crédito a la mala intensión y la envidia. Y siempre lo perdonaba, hasta cuando metía las cuatro patas y el rabo.
Tiempo después caminaba lentamente por las calles del pueblo, cansado por el arduo trabajo y el sol que abrazaba su cuerpo como si fuera llamas ardientes. Tristón y cabizbajo caminaba como un androide (o quizás mejor, un burroide), cuando escuchó que un grupo de niños coreaban en la escuela
_ ¡a, e, i, o, u más sabe el burro que tú!
_ ¡ahí papa!, Dijo, ¿que yo sé más que quien?…..
Ahí mismito levantó las orejas, enderezo el cuerpo y comenzó a caminar con cierto estilo que le había visto a los caballos. Ahí mismito comenzaron a darle a la lengua los pueblerinos
_ ¡miren, un burro de paso!
Su dueño se rio y el continuo con aquello, haciéndose el loco…aunque ya no sabía si estaba loco el, o eran los demás los que estaban locos. O lo tenían loco con tantas cosas que decían, y el fantaseaba en su afán de averiguarlo.
Luego le dio la aventura de conocer los burritos que se hacían en la mar, aquello le intrigaba por que se imaginaba que el mar era el mejor sitio para traer los burritos al mundo. Bueno se dijo que ya era hora de asentar cabeza, y se fue en busca de la burra de sus sueños, quería jugar con sus pollinos y ser un burro ejemplar. La travesía lo llevo por la autopista de urama a puerto cabello y cuando llego a playa las rosas, sediento y deseoso de ver hermosas borricas contoneando las ancas y ver los pollinos que se criaban en aquel extenso valle, que se perdía de vista. Con sorpresa escuchó cuando un niño dijo:
_ ¡pero que burro de agua!
Volteó a diestra y siniestra, buscando al colega, y al ver donde señalaba, la desdicha cayó sobre su maltrecho cuerpo, cansado del viaje, al darse cuenta que se trataba de olas. ¡Solo eran olas de la mar! Tomó el camino de regreso con los cascos ardiendo y muerto de cansancio. Con la rabia que le nublaba la vista marchó hacia el rumbo fijado, con la ñapa de equivocarse de ruta y tuvo que darle la vuelta al mundo para llegar a su terruño, pero le sirvió de experiencia por que pasó por el palito, las trincheras, valencia, tocuyito, la mona, Bejuma, y cuando bajó las cumbres de Canoabo, de la alegría soltó dos peos y les dejó como recuerdos la cagajonera en el camino.
Cuando su patrón lo vio llegar, cabizbajo, flaco y tembloroso. Dibujo una mueca de sonrisa y movió la cabeza de un lado a otro, como queriendo negar lo que sus ojos veían. El silenciosamente se dirigió al corral con las ultimas fuerzas que le quedaban, allí fue su patrón a llevarle agua fresca y maíz amarillo. El burro desplomado sobre el suelo solo atino mover la cola y soltar una lagrima como muestra de cariño y agradecimiento.
Después de recuperarse y estar en buena forma, y aceptar el regaño de su patrón (que le entró por una oreja y le salió por la otra) le dio por irse en las tardes a la carretera y tratar de darle alcance a los vehículos que pasaban por ahí. La gritería y el bochinche de la gente llamo la atención de su patrón y fue a ver qué pasaba. Alguien le dijo: “que tu burro loco se cree ahora flecha veloz”. En alusión a una canción llanera de moda donde un burro corría un clásico de carrera de caballos, logrando la victoria ante el campeón nacional de los purasangres.
A la fuerza y a empujones se lo tuvo que llevar ante la grizapa y la mamadera de gallo de la gente.
_Ja ja ja ¡llévatelo pal hipódromo!
_ jaja ja ¡píntale dos rayas para que corra más!
Su dueño molesto y buscando darle un escarmiento le dijo:
_ Aaaah…¿con qué quieres correr más que los carros? pues vamos a pintarte una raya negra y una amarilla ¡para que vueles!
En seguida fue y busco un poco de petróleo y lo puso al fuego para calentarlo. Mientras hervía el líquido pastoso, el burro en el patio casqueaba alegremente porque se imaginaba ser un burro corredor. Cuando sintió que le pasaron un pincelazo con el hirviente liquido negro, soltó dos peos y salió como una flecha camino al potrero, dejando los cascos en el aire. Mientras su patrón le gritaba:
_ ¡espérate que te falta la raya amarilla!
Estuvo como un mes molesto con su patrón, porque no esperaba que él le echara esa broma. Hasta que hicieron las pases y dejo que lo curara.
_Espero que agarres escarmiento, le dijo.
¡Pero qué va! a los pocos días ya estaba en las andadas.
Ese mediodía le dio por mirar de reojo y con cierta ironía la sombra que nacía en sus patas y lo seguía a cada paso que daba. Se movía de aquí para allá, zigzagueando y escondiéndose en los matorrales del patio. Algunas veces jugaba a las escondidas y otras trataba de soltársela dando coces y corcoveos. Pero ella continuaba atada a el, incólume a sus caprichos. En ese ir y venir se llevó de pronto la caja de las abejas que su patrón colonizaba, aplastándola y embarrándose de la rica miel, el enjambre molesto y bravo se le enrolló sobre la cabeza y le echaron como cincuentas picadas. Se levantó trastornado del dolor, y desconcertado emprendió la carrera, llevándose una sábana de rayas que se secaba al sol en el patio, y con mala suerte de refilón tropezó con la abuela que soplaba, un arroz pilado, en un manare. Quedando la viejita de palmo a palmo tirada en el patio, mientras las gallinas hacían fiesta con los granos esparcidos. Al día siguiente lo halló su amo, entre los matorrales de pata é venao, que están más allá de la quebrada, con la cabeza grande (como un tobo) de la hinchazón y una calentura por la ponzoña que aún le circulaba en la sangre. Ahí su patrón le dio una pócima para desintoxicarlo, y molesto le dijo:
_ si sales de esta, es por que todavía te faltan otras.
Y le sobraba razón, por que el que nacen barrigón ni que lo fajen chiquito.
Bueno que les puedo contar ahora, que por fin el rebelde sin causa del burro cano parecía sentar cabeza y atrás solo quedaban los recuerdos y las anécdotas de sus “días de truenos”. Que la cosa iba por buen camino ¡hasta que! caminando por el pueblo, escuchó que llamaron a un muchacho burrunnene, a otro que manejaba un camión lo llamaron “burro negro”, y a otro que manejaba una moto le decían “donqui yuu”, y luego se enteró que era algo así como “hey tu burro” pero en inglés.
Sus ojos centellearon, sus dientes mostró, las orejas levantó, y una bicicleta por delante se llevó. Gracias adiós que nada paso, su amo se disculpó y el solo pestaño, pensando en la popularidad de su género. Pero no todo lo que brilla es oro, y así se enteró que a otro le decían con cierta picardía “el burro”, bueno el se alegró…..je je je… bueno ustedes ya sabrán porque,…por lo viril…¡pero no era por eso! Luego se enteró que le decían el burro por que no sabía ¡leer ni escribir! Allí comenzó de nuevo a lamentarse, y a lagrimear su destino.
De mal humor seguía la sombra que proyectaba su cuerpo sobre la calle, ya le era indiferente, sabía que estaría con el hasta el último de sus días. Dos cuadras más adelante su dueño saludo a un parroquiano conocido.
_ ¡el amigo! Como esta.
_ ¡bien mi vale! − Le respondió− ¡caray, que burro tan bonito tenéis!
Ya ustedes saben quién levanto las orejas y enderezo su cuerpo, mostrando estampa.
_ Bueno mi vale; el cuidado, buena agua y el pasto fresco, con su maíz de vez en cuando.
_caray chico como al pobre burro, siempre lo tienen embromado
_ ¡cómo es eso mi vale!
_pues a saber, pal pollo pollarina; a la vaca vacarina; al conejo conejarina; al perro perrarina; al gato gatarina….y pal pobre burro el más trabajador solo pasto y paja. Cuando será que al burro, le fabricaran su ¡burrarina!
El hombre sonrió y le dio la razón al parroquiano. El burro lo miro con simpatía y agradecimiento y del gusto rebuzno emprendiendo la marcha.
A la siguiente esquina su dueño le gritó a uno de esos personajes holgazanes, que siempre zanganean en los pueblos.
_ ¡Ponte a trabajar piazo e flojo!
_ Si el trabajo diera dinero, los burros cargaran chequeras, le gritó.
El burro se encabrito, corcoveó y se espeluco. De reojo lo miró. Cabizbajo y lentamente su camino emprendió, en un silencio que su dueño bien interpretó.
Pero el colmo de los colmo lo está viviendo ahora, como es posible que su señor le haya dado estas últimas dos semanas por llevarle helados al cochino.
_ ¡ahora sí que llegamos a donde teníamos que llegar!, rebuzno desde el corral.
La gallina salió volanteando, con su alharaca, al sentir coces cruzar el aire.
_Ese bueno para nada−dijo iracundo− que solo come y come el maíz y las auyamas que cargo sobre mi lomo…. y solo engorda y engorda.
Resopló de rabia al oír llamar al cerdo.
_ ¡Mírenlo, ahí va con el helado para el puerco, el cochino ese, el cerdo ese, que se la pasa holgazaneando en el barro! Dijo desde el corral.
Mientras el burro seguía despotricando al cerdo, el hombre llamo al cochino, “ton ton ton” y le lanzo el helado. Cuando el cochino bajo la cabeza para comérselo, este le asesto un golpe en la cabeza con una mano de pilón. Ahí dio en cuenta el jumento, cual era la estrategia de su patrón, el helado era para entretener al puerco mientras le asestaba el golpe mortal. Y convertirlo en carne para la venta. Observó que su dueño tomo el resto del helado, y le dijo:
_ ¡toma burro para que te refresques!
_ ¡Joda!
Dijo el burro cuando el helado cayó a sus patas, brinco a un lado y poniendo voz ronca le dijo:
_ ¡con esta gripe yo comiendo helado!
_ja ja ja- se reía su patrón- ¿no te gusta el de vainilla?
Del susto brinco la talanquera, soltó dos peos al aire y dejó la cagajonera del camino al potrero, y desde ese día dejó de quejarse y también dejo de estar pensando en bobadas.
_ ¡Burro es Burro, y en el camino andamos con arrieros! dijo